Por: Néstor Daniel Santos Figueroa
El Grullo, Jalisco. 30 de marzo de 2022. (Letra Fría) Diversos autores han considerado la importancia de lo cotidiano en el aprendizaje de la historia, algunos proponen que el entorno y la vida cotidiana no tienen que estar fuera de ella, sino que deben ser el centro de los acontecimientos históricos. Los libros de texto cuentan historias no cotidianas, siempre se centran en una historia general, sin embargo, se pueden construir conceptos de lo cotidiano partiendo de exposiciones narrativas de distintos personajes sociales, de este modo se puede comprender la historia a partir de estas personas, organizando, interpretando y dando sentido a la existencia histórica de éstos.
Incluir la narración y la vida cotidiana como parte del proceso de la historia local ayuda a reconstruir voces ignoradas o excluidas de textos oficiales que pueden ofrecer un estudio de esta con mayor profundidad. Por lo tanto, es un desafío enseñar historia donde los personajes y lugares reales sean los verdaderos protagonistas.
La historia local nos cuenta la historia de nuestra comunidad o de nuestro entorno, ésta nos ayuda a entender diversos factores que no tenemos en cuenta la mayoría de las veces, es una manera de reconstruir la identidad social y cultural de una población, ayudando a recrear valores, tradiciones y creencias que en cada sociedad se consideran trascendentes y, de este modo, a no perder ni desvalorizar la identidad cultural. Fomentarla promueve el reconocimiento y apreciación de los elementos propios de la localidad, desarrollar habilidades que se requieren para reconstruir el pasado, pero, sobre todo, despertaría el interés por el pasado por investigar en sus raíces.
Tradición es un concepto complejo, ambiguo y polisémico; al ser una construcción social su significado cambia de acuerdo al contexto histórico, al lugar, a las personas que lo usan y los fines para los que lo hacen. Además, alude a distintas realidades según el valor que le confieren aquellas personas dedicadas a su estudio, como historiadores, sociólogos, antropólogos, lingüistas, etcétera.
Etimológicamente, la palabra proviene del latín “tradere”, lo que viene transmitido del pasado, lo que cada generación entrega a la siguiente. De aquí el significado que se consigna en el Diccionario de la Real Academia Española: transmisión de noticias, composiciones literarias, doctrinas, ritos, costumbres, etcétera, hecha de generación en generación. O bien, doctrina, costumbre, etcétera, conservada en un pueblo por transmisión de padres a hijos.
Si la tradición es una herencia colectiva, un legado del pasado, lo es también su renovación en el presente, es decir, la tradición renueva el pasado desde el presente. La tradición necesita actualizarse para mantenerse vigente, para no quedarse como una serie de costumbre obsoletas, dando así continuidad cultural a la sociedad a la que pertenece. Así pues, para ser funcional, se renueva constantemente, se reinventa, se recrea, se adapta.
La tradición puede entenderse como el resultado de un proceso evolutivo, inacabado, con dos características indispensables: la continuidad y el cambio. La idea de tradición remite al pasado, pero también al presente, sólo así podemos considerarla viva, solo así el pasado puede seguir vigente y permanecer. Lo que queda del pasado en el presente, eso es la tradición.
El Grullo, con cerca de 200 años de historia, conserva muchos vestigios a pesar de que ha perdido otros tantos, pero no sólo podemos destacar bienes materiales, posee también un rico patrimonio inmaterial: las costumbres y tradiciones vigentes, las que están cambiando, y las que están desapareciendo. Apostar por reencontrarnos con las tradiciones desde la historia local es una vía para rescatar la identidad personal y colectiva.
MA/MA
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