Por: Rosa Eugenia García Gómez | Las Carrilleras de Adelita
Zapotlán el Grande, Jalisco.- Rieleras y juanes, la verdad es algo que no se puede asir con las manos. Es huidiza, retadora, y por lo mismo su búsqueda constante es paralela al avance de la humanidad a través de los hallazgos que han derivado en conocimiento.
Tanto en la ciencia como en el periodismo la objetividad es imposible y a lo único que se puede aspirar es a la generación de nuestra versión de la realidad, y en términos de honestidad y humildad, procurar ser lo menos subjetivos posible.
La verdad más que lo opuesto a la mentira, es lo opuesto a la falsedad. Esto tiene que ver con la intención. La fantasía es mentira, pero ¿cuántas fantasías no han sido preámbulo para encontrar la verdad? El juego es mentira, pero también constituye un ejercicio útil de imaginación, por cierto, indispensable para la búsqueda de nuevo conocimiento. Los convencionalismos sociales a veces también constituyen mentiras e inexactitudes, pero hacen más vivible y fluido el devenir cotidiano. Las metáforas son variaciones de la descripción de lo verdadero, pero también son mentiras en el sentido estricto de no corresponder con la verdad.
La verdad concuerda con la realidad mientras que la falsedad es discordante con ella. En periodismo lo opuesto a la información es la desinformación. Es trabajo de la ciencia encontrar estas discordancias y para ello se hace necesario aludir al contexto en que se presume se encuentra la enunciación de la verdad.
La búsqueda de la verdad hace indispensable la humildad del científico –como el periodista también debe ser humilde para reconocer que irremediablemente afecta la información que genera-. Es insoslayable que la descripción de un hecho toma relevancia de conocimiento al entender la perspectiva del observador que lo alude, de su contexto. Y que no es suficiente una sólo versión de la realidad, sino la complementariedad del conocimiento de un suceso con otras descripciones, que desde diferentes marcos de referencia aluden a un suceso.
Entra en el juego de la generación de conocimiento entonces la interdependencia entre el objeto que se observa, el sujeto que lo observa y el acto mismo de la observación y su circunstancia. Un proceso cuyo análisis resulta útil para avanzar en el camino de la verdad y para el entendimiento que el contexto de los sucesos que son explicados es inherente a la validez de lo que de ellos se describe.
La pertinencia del conocimiento también tiene que ver con la identificación de su utilidad en el marco de una sociedad y una cultura que le dan significado. La versión que cada quien genera de la verdad está pautada por el lenguaje que utiliza, los significados que alrededor de ella se han construido socialmente, y del marco cultural que le da sentido.
¿Qué sucede cuando hay ideas o construcciones de la verdad diferentes?, ¿acaso constituyen mentiras? No, tanto en ciencia, como en periodismo, son versiones distintas de la realidad que toman sentido diferente por el marco de referencia cultural en que se originan y que lejos de enrarecer el proceso de producción de conocimiento, lo enriquecen y amplían sus posibilidades de aplicación.
La lógica entra al servicio del proceso de conocimiento al aplicar sus herramientas para la verificación de las verdades. De los axiomas, enunciados que presuponen verdades, se pasa a los teoremas que buscan probar la verdad a través de distintos métodos y con ciertas limitaciones. En este sentido debo señalar que al periodismo todavía le falta camino por recorrer.
No es complicación fortuita, es un afán de aproximarse a las verdades que son múltiples, contextuales y por lo mismo limitadas; dependientes del lenguaje; supeditadas a la sociedad y la cultura que les sirven de marco. La verdad entonces se reafirma como difícil de tocar, objetivamente hablando, pero la riqueza no está en encontrarla, sino en buscarla constantemente.
