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Los temblores en las escuelas

A propósito del sismo de ayer, Carlos Efrén Rangel reflexiona sobre los temblores en las escuelas: "Vivir un sismo en una escuela es una de las peores sensaciones que una persona puede experimentar".

Por Carlos Efrén Rangel | Un letrero en la pizarra

Autlán de Navarro, Jalisco. 20 de septiembre de 2022. (Letra Fría) El sismo de este lunes 19 de septiembre, que alcanzó la magnitud de 7.7 sorprendió a pocos estudiantes en las aulas. Minutos después de la una de la tarde, es un lapso en el que los turnos matutinos de educación básica ya salieron, mientras que los vespertinos aún no ingresan. En los salones fueron pillados, en su mayoría, planteles con horarios extendidos e instituciones de educación superior y media superior. 

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Vivir un sismo en una escuela es una de las peores sensaciones que una persona puede experimentar. Yo lo viví como estudiante el 9 de octubre de 1995, en el segundo piso de una secundaria federal tomando una clase de español. Aquel fue un sismo de fatales consecuencias que en Autlán derribó la primaria «20 de Noviembre», yo salí del salón burlando al profesor que nos pidió mantenernos dentro y escuchando vidrios rotos a mis espaldas. Nadie resultó lesionado en la escuela, pero aún tengo pesadillas al recordar la plancha de cemento del patio cívico moviéndose como si fueran olas del mar. 

En febrero de 2018 también me sorprendió un sismo en una clase de español, en el segundo piso de una secundaria federal, solo que esta vez, yo llevaba la responsabilidad de ser docente, y guardo con especial fuerza en la memoria del corazón, el miedo en los ojos con el que mis estudiantes buscaban en mí, las instrucciones o las palabras que los mantuvieran a salvo. Para ese entonces ya llevaba varias capacitaciones, todo salió bien. 

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El de ayer, también fue un sismo que me sorprendió en un salón, curiosamente aún con la guardia muy activa pues había pasado poco más de media hora desde que terminamos el simulacro que realizamos por el Día Nacional de Protección Civil, las brigadas estaban movilizadas y las instrucciones muy frescas, incluso muchos originalmente pensamos que se trataba de otro simulacro. 

Las autoridades estatales ordenaron cancelar las clases del turno vespertino, y para pronto hubo quien arremetió contra los profesores por evitar las clases, como si de nosotros dependiera que se muevan las placas tectónicas. Pero bueno, eso ya es un chiste. 

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Lo que no es para nada de risa, es que cada movimiento telúrico nos recuerda la trascendencia de estar preparados. Sencillamente hoy, el ensayo recién practicado del simulacro, redujo notoriamente el tiempo de evacuación, las acciones y decisiones que ponen en riesgo a las personas desaparecieron a causa de la práctica y la seriedad de la demanda, pero me temo que no es suficiente. 

Normativamente, se deben integrar brigadas en cada plantel, que la mayoría de los casos representan solo la responsabilidad de firmar un acta, a la que poco seguimiento se le da debido a una agenda llena de responsabilidades y compromisos. Una vez pasado el susto, de nuevo vendrán capacitaciones que claro que sirven, pero que hay pocos espacios para comprobar su utilidad.

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También vendrán las voces que recordaremos la necesidad de hacer valoraciones en los edificios y adecuaciones a aquellos que tal como están, limitan evacuaciones rápidas: quizá también sea un buen momento para recordar que por más que se venda como una forma de hacer eficiente la educación, amontonar alumnos en un salón para no pagar maestros nunca será una buena idea. 

Quienes ya hemos pasado por varias experiencias de este tipo sabemos que los temblores no se pueden predecir, pero que la capacitación, la formación de brigadas que hagan sus funciones antes, durante y después del siniestro; los simulacros constantes, la reflexión permanente, sí puede hacer la diferencia entre si la vivencia termina en susto o en tragedia. 

Con la información que hay hasta ahora, todo parece indicar que el del 2022 fue solo un susto mayúsculo, y la incredulidad de la exactitud de repetir un sismo de nuevo el 19 de septiembre. Que no falten los memes, pero tampoco la prevención. 

CAC

Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Educación Básica.

Actualmente es profesor de español en secundaria y de Maestría en la Unidad 143 de la UPN. Desde los 17 años ejerció como reportero y comunicador en radiodifusoras y periódicos locales en Autlán. Aficionado práctico de la literatura, la crónica taurina y las columnas de opinión.

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