Por: Carlos Efrén Rangel | Un letrero en la pizarra
Autlán de Navarro, Jalisco. 18 de octubre de 2022. (Letra Fría) “Una espada te puede enseñar tanto como un libro, todo depende quién te lo ponga en la mano”. La frase es de Arturo Pérez Reverte, un escritor a quien seguí mucho en mi adolescencia no tanto por su muy popular (“Reina del Sur”) sino por sus novelas históricas, en las que invariablemente vivían personajes de moral retorcida que lo mismo asesinaban a mansalva que dejaban frases memorables.
En fin, Reverte ha aportado muchos conceptos a mi forma de actuar. Esa idea de la espada, por ejemplo, me parece memorable pues deja claro que por sí mismo ningún recurso didáctico es inadecuado: hace no mucho en clase usé una canción de Chalino Sánchez para hablar del poeta Manuel Acuña, y a veces hacemos memes de internet para dejar claro que la poesía está más cerca de lo que pensamos. Lo importante es que esos recursos lleguen con la explicación adecuada.
Vivimos en la antesala de una de las celebraciones mexicanas de mayor proyección, pero reservaré lo del Día de Muertos en las escuelas para la siguiente columna, hoy quisiera referirme a la fiesta inmediata anterior, que goza de muy mala fama y sobre la que hay campañas exacerbadas por terminar con su práctica: el Halloween o Noche de Brujas.
Hay un par de razones para despreciar a Halloween que a estas alturas resultan hasta ridículas. La primera, es que durante esta noche se invocan demonios y se adora a seres de grandísima perversidad. Esta razón pueden usarla religiosos fundamentalistas, pero no puede tomarse en serio para definir políticas públicas, actos culturales o castigar personas.
La segunda razón es que se trata de una tradición extranjera. El nacionalismo que rechaza con virulencia expresiones externas, es un lastre muy desventajoso en una época en que las ideas viajaban en avión y se teletransportan por redes sociales. En todo momento llegan del extranjero palabras, canciones, películas, vestuarios y comidas, que pasan por un proceso de inculturación para después nutrirnos.
Hay una razón por la que Halloween sí me parece reprobable. Cada año, las escuelas amanecen bañadas de huevo, incluso compañeros maestros han sido víctimas de actos vandálicos en sus propiedades y personas. Ponerse una máscara, no es una razón para insultar, vejar o destruir. No hay disculpa en la tradición.
Sin embargo, creo que permitir sin tantas condenas expresiones de Halloween puede dejar valiosas enseñanzas, si las acciones vienen acompañadas de la explicación adecuada. Encuentro por lo menos tres.
Primero, es la oportunidad de convivir de manera pacífica con una diversidad de expresiones culturales ajenas. Ver a lo de fuera como una amenaza, al desconocido como un invasor, sin descubrir los fuertes vínculos que nos pueden unir, tensa de forma innecesaria la piel de los tambores de guerra. No se trata de olvidarnos de lo propio, se trata de reconocer que existen otras cosmovisiones y que el hecho de ser extranjeras no las convierte en “cosas del diablo”.
La segunda, Halloween es la oportunidad para que los profesores de inglés se den vuelo y procuren proponer experiencias de aprendizaje integrales que incluyan no solo la repetición mecánica de palabras, sino el uso del lenguaje en el marco de una tradición que puede ser significativa por su perfil de diversión, bagaje histórico y porque lleva implícito la necesidad de la participación activa del estudiante.
La última, es que la supervivencia humana puede depender de resignificar el concepto de lo “Pagano”; del latín Paganus “Aldeano, campesino”, eran quienes mantenían vivos cultos a conceptos naturales como el sol, la lluvia, el bosque, plantas, animales etc. Entender que debemos cuidar el planeta y a sus seres, que la existencia tiene ciclos de verano y de otoño, de siembra y de cosecha, de vida y de muerte, de valorar que no es factible una explotación ilimitada de la Tierra y que, por el contrario, debemos entenderla y valorarla, puede ser una gran enseñanza en estos tiempos de profundas crisis ecológicas. Y ese es, el de la relación del humano con el mundo natural, el origen del Halloween: una fiesta pagana que celebra las cosechas y el inicio del otoño.
Así que si alguien en mi salón o por mi casa me dice: “Trick or treat”, le haré algún comentario elogioso del disfraz o si traigo algún dulce se lo voy a dar, no esperen de mí un regaño.