Historias de plaza pública | De la madera y los petates para la plaza de toros

Guillermo Tovar Vázquez, cronista municipal de Autlán, en su espacio Historias de plaza pública, habla de la madera y los petates con los que se construía anteriormente la plaza de toros para el carnaval. Una bonita metáfora del regreso a la normalidad.

Por: Guillermo Tovar Vázquez, cronista municipal de Autlán

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Autlán de Navarro, Jalisco. 18 de marzo de 2022. (Letra Fría) Aunque el terreno en el que se encuentra la plaza «Alberto Balderas» fue comprado por la Junta de Mejoramiento Moral, Cívico y Material hacia 1933, las obras de construcción de la nueva plaza, a cargo del señor José Gómez Llamas, no concluyeron en su primera etapa sino hasta 1950. Antes de esto, la plaza de toros para el Carnaval se montaba días antes del inicio de la fiesta y se desmontaba después del Martes de Carnaval, utilizando para esto diversos materiales perecederos, entre ellos madera y petates.

La construcción de la plaza de madera también la hacía en esos años el señor José Gómez Llamas, dibujando el círculo para el ruedo y colocando alrededor de éste las barreras, el callejón y los tendidos, con palcos para las reinas de cada día y sus respectivos séquitos, un espacio elevado para la banda de música y un espacio cubierto en la parte superior. La construcción no implicaba mayor problema, siempre que estuvieran disponibles los materiales, lo cual no necesariamente estaba asegurado.

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Para darnos una idea de cómo se trabajaba en el acopio de los materiales para la plaza, tomemos como ejemplo al Carnaval de 1939, el anterior al de la primera corrida formal celebrada en Autlán. Este Carnaval fue organizado por un comité presidido por el señor Manuel C. Valencia, que comenzó a sesionar apenas el 9 de enero, una vez que se solucionaron ciertos conflictos políticos que habían impedido la puntual instalación de la administración municipal. El punto principal del orden del día de esa primera sesión fue precisamente el de los materiales para la plaza: ahí mismo se comprometieron a aportar vigas los señores Eduardo Dávila, Sergio Corona Blake (el futuro empresario de las fiestas de El Grullo), Luis Michel, Luis Villaseñor, Alfonso Pelayo, Miguel Díaz Santana, Carlos Pelayo y Jaime Llamas; el doctor Luis Enrigue (abuelo del escritor Álvaro Enrique) ofreció conseguir madera que había en el puente de Armería (el de El Corcovado) y el presidente del comité prometió conseguir los postes.

Don Jaime Llamas propuso, además, designar comisiones en los cuarteles en que estaba dividido el pueblo para conseguir entre los vecinos la madera que hiciera falta. Así se aprobó, definiéndose en la segunda sesión, celebrada al día siguiente, la composición de estas comisiones: Jesús Gómez Lugo y Eduardo Dávila para el primer cuartel, Jaime Llamas y Alfonso Pelayo para el segundo, Francisco Morán y Francisco Meda para el tercero y Jesús Gómez Lugo para el cuarto y el quinto cuarteles, que eran pequeños. En esta segunda sesión ofrecieron madera, espontáneamente, Pedro Villaseñor, Flavio Fierro, Jesús Rivera y Jenaro Corona, quienes aportaron vigas, mientras que Miguel Meza y Francisco Morán ofrecieron morillos y Felipe Uribe “un buen número” de tablas.

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En total, se consiguieron para ese Carnaval 262 vigas grandes, seis cortas, 12 morillos de 6 varas, 70 postes de 3 y media varas, 25 latillas, 66 viguetas, 3 soleras y 8 cuartones de madera del puente sobre el río Armería. La disposición de madera ya estaba resuelta en la tercera sesión del comité, celebrada el 14 de enero.

Lo que causó mayores dificultades fue el petate, ese material cuyo olor caracterizó en otro tiempo la inminencia del Carnaval. El comisionado para conseguir este material, Manuel F. Rodríguez, explicó en la tercera sesión que fue enterado, por telegrama, de que por haberse secado la laguna de San Juanito en Ahualulco, no hubo tule el año anterior y, por lo tanto, no se tejieron petates. Se expusieron, entonces, otras dos opciones: un proveedor de El Limón y otro de El Grullo. No se llegó a un acuerdo colegiado, por lo que en la cuarta sesión, celebrada el 21 de enero, se comisionó a los ya mencionados José Gómez Llamas y Eduardo Dávila a que consiguieran el petate “donde haya y al precio más conveniente”. El material se consiguió, aunque no quedó un registro documental de mayores detalles. La plaza se construyó y el Carnaval se celebró sin inconvenientes.

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El viernes 24 de febrero, dos días después del Miércoles de Ceniza, el señor Gómez Llamas recibía del tesorero del comité organizador la cantidad de $29.60 para la destrucción de la plaza, que ya no sería necesaria el resto del año: 20 pesos para pagarle a los mozos, 9 pesos para pagar fletes del material que tanto había costado conseguir y 60 centavos para comprar hoja para alimentar a los bueyes que tirarían de los carretones para esos fletes.

Una bonita metáfora del regreso a la normalidad.

Fuentes:

  • Caja Carnaval 1902-1943. Archivo Histórico Municipal de Autlán.
  • La fiesta de Carnaval en Autlán, Jalisco. Su origen y desarrollo, de Javier Jorge Boyzo Nolasco.

MA/MA

Cronista honorario de Autlán por la Asociación de Cronistas Municipales del Estado de Jalisco desde 2015 y cronista municipal desde 2018. En abril de 2017 ingresó a la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco con el trabajo La construcción de la carretera Autlán-Purificación en 1930.
Correo: culturautlan@gmail.com

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