Por: Rosa Eugenia García Gómez | Las Carrilleras de Adelita
Zapotlán El Grande, Jalisco. 24 de noviembre de 2022. (Letra Fría).- Rieleras y juanes, la vorágine del debate nacional con lo de los cambios estructurales al INE y el estatal con la discordancia de la visión del presupuesto para la Universidad de Guadalajara sirve de contexto para analizar lo costosa que es la democracia.
“Lo bueno cuesta”, dice una frase que quizá tiene una perspectiva consumista. Sin embargo, el tiempo y los recursos económicos que hasta ahora se han invertido hablan por sí solos tanto en la preservación de un sistema de elecciones en condiciones de equidad en el ámbito nacional, como en la conformación de una red universitaria estatal que no tiene parangón en ninguna parte del continente.
Este país tiene una historia de luchas y desencantos alrededor de la instalación de un sistema democrático de elecciones. Las tentaciones del poder prevalecieron por décadas y si bien aludimos al porfiriato y a la dictadura del PRI como ejemplos de lo que sucede cuando las estructuras de poder no cuentan con reglas y estructuras claras, se nos olvida que en nuestro convulso pasado hubo gobernantes que ejercieron el poder hasta por 15 años y durante cinco periodos, como lo fue el caso de Juárez.
Si los gobiernos del pasado previo a la instalación del INE fueron buenos o malos es algo sobre lo que expertos politólogos e historiadoras dirán de mejor manera que estas trenzas, sin embargo, ciertamente la existencia de un árbitro institucionalizado legítimamente es lo que ha hecho la diferencia que derivó en la alternancia.
Que los grupos de poder político tengan que demostrar su capacidad y competir de manera equitativa es algo que se ha ganado en las últimas décadas, pero que sin duda es perfectible, más en una sociedad de la información y el conocimiento, donde los procesos de debate se pueden agilizar, así como optimizar los recursos, incluidos los destinados a las campañas políticas.
Sin duda considero que el INE y lo que su existencia en cuanto a la representación del avance democrático, debe prevalecer, pero es en el trasfondo de la flexibilidad de las estructuras sociales, antecedente del avance social, lo que da la pauta para la transformación de un Instituto paralela a la de un país que se torna polarizado y dividido.
La educación es parte de esta misma visión de transformación de lo que merece avanzar, y de preservación de lo que vale la pena cuidar para sostener en beneficio de las generaciones futuras.
La formación universitaria es la única que asegura la generación del conocimiento para cuidar lo que hace posible nuestra existencia en el planeta: el medio ambiente, los alimentos, la cultura de respeto a los otros. El bagaje universal y de potencialidad para el desarrollo de soluciones a problemas reales.
La historia de la Universidad de Guadalajara es también la de una institución pública, flexible por su capacidad de innovación y profundamente democratizadora. La red universitaria extendida a todas las regiones de Jalisco y de cobertura a sus 125 municipios son prueba de ello. Regatear el presupuesto que se invierte en la formación del talento que resolverá los problemas actuales y futuros, es ser miope con la realidad que enfrenta y mezquino con las generaciones futuras.

MV